DON’T PLAY THE OTHERS PLAY

 









             Hace meses descubrí algo que hizo entender mi complicada manera de ver el mundo y la naturaleza humana que me rodea, entendí gracias al trastorno que presenta mi propia hija, que yo también tengo ciertos aspectos compartidos a través de la herencia genética,  traspasando a ella a través de esa información maravillosa, lo que le ha dado sentido a mi vida y que ha hecho posible la suya… nuestra fisiología y la biología que es la más hermosa de las ciencias. 

 

En este viaje iniciático en el que estoy embarcada, para poder, a mis 42 años, lograr entender y comprender que ha ocurrido en mi vida y poder “perdonar” a todas aquellas personas que entraron en ella  haciendo un “ruido” innecesario y no deseado. 

 

El tiempo, la madurez del descubrir que el mundo es enorme y que solo somos un grano de arroz y que los míos no se consideran problemas,  en comparación a tener que temer por tu vida cada día y que no tengas voz si no es la de otra mujer “mzungu”,  en el caso de Africa u occidental, en el caso de las refugiadas Camboyanas que encontramos en Tailandia, o la imagen grabada de aquellos niños que se acercaban a decenas en Kenia pidiendo “candies” tirando todos de mis pantalones menos uno, apoyado en un poste, aquel pequeñito que no podía respirar ni apenas caminar debido al asma y al que le di en lugar de un “candie” mi ventolin,  que a él le supuso más que cualquier ayuda inmerecida que le he brindado a occidentales ingrat@s a los que creí conocer o que creí amig@s.  O aquel ranger armado que me forcejeaba  para que le diese el material escolar que fui cargando en mi mochila desde Madrid y que no iba a parar hasta que lo entregase al primer grupo de niñas que encontrara en mi camino y que finalmente pude entregar a una excursión de un colegio donde una maravillosa profesora me indicó las niñas que más faltaban a clase y que menos condiciones tenían para poder terminar la escuela. Todas esas aventuras y todas esas vivencias hicieron la mujer fuerte que ahora no volvería a tirarse a llorar en el suelo sobrecargada por un trabajo que no le merecía, ni volver a llorar por personas a las que jamás les importe. Las personas que me conocen de verdad conocen la historia que oculto tras el maquillaje y la sonrisa, son ellos a los que debo dedicar mis fuerzas. Por otro lado, desde hace algún tiempo mi ayuda es selectiva a quienes tienen verdaderos problemas, más que nada no por egoísmo, por justicia y respeto por quienes he conocido en el camino, tanto en el rincón más apartado del mundo como en mi lugar de trabajo y quien merecen realmente mis fuerzas y mis energías. 

 

Al resto no les guardo rencor, solo les guardo la distancia prudencial para la coexistencia. 

 

VGS 

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